
Concurso de Navidad
A medida que la crisis climática se agrava, las empresas y los consumidores se unen a las organizaciones sin fines de lucro y a los gobiernos en un auge mundial de reforestación. El año pasado se plantaron miles de millones de árboles en decenas de países de todo el mundo. Estos esfuerzos pueden suponer una triple victoria, ya que proporcionan medios de subsistencia, absorben y bloquean el dióxido de carbono que calienta el planeta y mejoran la salud de los ecosistemas.
Pero cuando los proyectos se hacen mal, pueden empeorar los mismos problemas que pretenden resolver. Plantar los árboles equivocados en el lugar equivocado puede reducir la biodiversidad y acelerar la extinción de los ecosistemas, haciéndolos mucho menos resistentes.
Hacer frente a la pérdida de biodiversidad, que ya es una crisis mundial similar a la del cambio climático, cada vez es más urgente. Las tasas de extinción están aumentando. Se calcula que un millón de especies corre el riesgo de desaparecer, muchas de estas en cuestión de décadas. Y el colapso de los ecosistemas no solo amenaza a los animales y las plantas, sino que pone en peligro el suministro de alimentos y agua del que dependen los seres humanos.
En medio de esta crisis cada vez más grave, las empresas y los países invierten cada vez más en la siembra de árboles que cubren grandes superficies con especies comerciales no autóctonas en nombre de la lucha contra el cambio climático. Estos árboles absorben el carbono, pero ayudan poco a las redes de vida que antes prosperaban en esas zonas.